La semana de Román Revueltas Retes

Milenio

Columna

En la desigualdad que hay entre hombres y mujeres no sólo hay segregación y avasallamiento, hay violencia, brutalidad, mujeres asesinadas, esposas golpeadas, hijas violadas, empleadas amenazadas y obreras acosadas en un entorno que les es naturalmente hostil por la mera circunstancia de ser mujeres y nada más. En México, al hostigamiento en los espacios públicos o el maltrato en el hogar hay que añadir una oleada de asesinatos, tipificados como feminicidios justamente porque el sexo femenino de la víctima es lo que lleva a que sean perpetrados: en el catálogo de ejecutores figuran maridos salvajes, ex novios rencorosos, violadores, tratantes de personas. El número de asesinadas ha crecido exponencialmente en los últimos años: de 411 muertes en 2015 pasamos a 976 en 2019, pero estas cifras no reflejan una realidad que puede ser mucho peor. El caso de la niña Fátima ha terminado por estremecernos a todos pues la victimó un sujeto monstruoso en complicidad con su pareja y ha exhibido la omisión de los gobernantes; eso es lo que denuncian las activistas que se han movilizado para exigir que todo esto se acabe y que las mujeres puedan vivir en paz